lunes, 9 de octubre de 2017

2º Crónica del Festival De Sitges (50 aniversario)


En Brawl in Cell Block 99,  S. Craig Zahler repite de alguna manera el esquema de su más que interesante ópera prima, Bone Tomahawk. Si allí jugaba con el género western para, tras una primera parte de clasicismo, romper la película de forma excesiva y macabra, en esta ocasión la ruptura se produce con el género carcelario. Sin embargo, en esta ocasión , el díptico no resulta tan acertado como en su anterior película. Y es que sí bien la parte final explosiva y violenta de Bone Tomahawk rompía lo narrado hasta entonces, sí que es cierto que el cambio de tono parecía más justificado dado que la violencia procedía del exterior, de unos nuevos personajes que no habían aparecido en la primera parte del metraje. Aquí, la ruptura parece más gratuita, más teniendo en cuenta que la primera parte de la película, clásica, contenida, de guión exquisito, roza la maestría. Por ello cuando el desfase se vuelve caprichosamente el motivo final de la película, uno no puede más que sentir cierta decepción, dado el nivel que lucía hasta entonces el film. Pese a ello, la propuesta es estimulante y confirma la buena mano de su director para crear ambientes de van de lo clásico a lo malsano. A ver con qué nos sorprende en el futuro.

Mucho más clásica en todo su metraje es la ópera prima de Taylor Sheridan, Wind River. Jeremy Renner, siempre solvente, encarna un policía atormentado por una desgracia personal que debe enfrentarse al asesinato de una joven en una reserva de indios americanos. Sus traumas y su particular obsesión no tardarán en hacer de la investigación un tema más personal que de trabajo, por lo que las consecuencias finales de su determinación a encontrar culpables podrá llevar al personaje a los límites de la cordura. Elegante, dando al espectador elementos para reconstruir la trama a cuentagotas y a ritmo pausado, gélida, con paisajes enormes, Wind River es un thriller visceral e intenso que escribe el guionista de Comanchería (de nuevo de forma espléndida) y que Sheidan sabe trasladas en imágenes no invasivas pero lo suficientemente potentes para destacar la historia. Espléndida.

Uno de los enormes lujos de esta edición de Sitges era poder ver Suspiria en el pantallote del Melià. Presentada por el propio Darío Argento muy bien acompañado de un Guillermo del Toro en calidad de fan absoluto y entregado, Suspiria demuestra una vez más que es una de las grandes obras (de terror) del cine moderno. Un giallo que supera a cualquier giallo habido y por haber, un ejercicio estético de primer orden, que se mantiene a lo largo de todo el metraje, con unos colores chillones, una música sorprendente, una historia de brujería malrollera y hasta un joven Miguel Bosé inquietante. Darío Argento lleva lo artificioso al extremo, su cinta es una ópera, una genialidad solo al alcance de un loco. Una obra maestra. Como leí en una crítica que no recuerdo de quien es y que me sabe mal no citar, Suspiria es como dar una bocanada en el mismísimo infierno. Y digo yo, pero un infierno fascinante. No habrá nada mejor en Sitges este 50 aniversario. Porque Suspiria es casi inalcanzable.

Annabelle: Creation  tenía una cosa muy a favor. Era muy difícil que fuese peor que su predecesora. Una enorme pena que de un par de películas tan buenas como los Expedientes Warren surgiese un spin off tan lamentable como Annabelle. así que como decía, con esa segunda parte, nos conformábamos con la dignidad, con entretenernos. Y eso justamente es lo que nos aporta esta segunda parte de la muñeca malísima: entretenimiento. Visto lo visto firmamos. Es cierto que en hora y media hay tópicos a mansalva. Es cierto que cada susto (y son muchos) viene precedido de su efecto de música estridente, de esos que se ven a la legua. Es cierto que ya casi ni me acuerdo de su guión. Pero durante el visionado pasamos el rato. Sin más. A modo encefalograma plano. Y no nos engañemos, al ritmo de visionados que llevamos en Sitges, en algunos casos muy exigentes, algunas películas de sentarse y un par de risas y un par de sustos y a otra con la mente despejada no vienen nada mal. Annabelle: Creation demuestra que el spin off de The Conjuring (de la que ojalá haya tercera) está más que agotado. Pero resolvió su agotamiento con  dignidad.

Con Musa Jaume Balagueró por fin realizaba una de sus películas más ansiadas, una de aquellas que llevaba años persiguiendo y se le resistía. Pero por desgracia Musa es la segunda película consecutiva de Balagueró (tras la vergonzosa Rec 4) que podría haberse ahorrado. Es difícil de explicar el despropósito y tampoco quiero hacer saña de un tipo que me cae en gracia y que ha servido para renovar el terror patrio con estimables propuestas. En Musa el guión es un desastre. Es obvio que Balagueró dirige bien y en algunas secuencias saca a relucir su buenhacer. Pero la historia no solo no tiene sentido, se le escapa y está plagada de secundarios sin carisma sino que además, al final se vuelve hasta ridícula. Y los actores tampoco acompañan. Solo la hermosa Manuela Vellés trata de resolver con dignidad un personaje imposible. Al final queda la sensación de film fallido hasta el extremo. Ojalá alguien le escriba un buen guión a Balagueró, uno que le permita lucirse como a buen seguro él puede. Ojalá.


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