miércoles, 25 de abril de 2018

Cine latino: Luis Estrada (México)

Tras cuatro posts de esta sección de cine latino que dedicados a Argentina, Brasil, Colombia y Chile, por fin dedicamos hoy uno a México, sin duda el país latinoamericano que realiza el cine que más me interesa hoy en día. Y el director elegido para la ocasión es Luis Estrada y para ser concretos, sus tres últimas películas.
Aunque esta sección hasta ahora había estado formada por sesiones dobles (y lo seguirá estando) a sugerencia de Daniel Gálvez de Cine Latino, que como dije al iniciar esta sección es quien me ha sugerido la mayor parte de los títulos que conforman la misma, en este caso caso concreto hablaremos de tres películas que forman una especie de trilogía devastadora sobre México y su corrupción.


La ley de herodes (1999)

La acción se sitúa a finales de los 40 y principios de los 50 para hablarnos de la política, su poder de corrupción hacia las personas y de la distorsión que el poder puede ejercer sobre el individuo. El film sin duda es muy brillante y cuenta con la brutal actuación (es el actor principal en la trilogía) de Damián Alcázar, un actor que hasta hace poco no conocía y que ahora me parece de lo mejorcito del panorama actual mundial. Un pueblo de mala muerte, mucha influencia literaria rural y con ese nivel de esperpento que tan bien saben plasmar los mexicanos, una fotografía genial de tonos mates, un humor que recorre la historia pero que ante el transcurso de los acontecimientos se vuelve de una acidez espeluznante y las brillantes actuaciones de Alcázar y el resto del reparto hacen de La ley de Herodes una de las mejores películas mexicanas de los últimos años, una parábola en que se nos cuenta la típica historia de que el poder corrompe pero realizada e interpretada con tanto talento y llevada a unos extremos de paroxismo y caricatura tan delirantes que la supuesta falta de originalidad del argumento devienen en una experiencia sin duda novedosa y lejana a los cánones habituales. Muy localista y al mismo tiempo muy universal. Buenísima.


Un mundo maravilloso (2006)

Tras siete años Luis Estrada vuelve a realizar una película, otra vez interpretada por Damián Alcázar y pese a estar realmente bien, está un peldaño por debajo de su antecesora. En esta caso el director se decanta definitivamente por la comedia en tono de cuento. De nuevo la política sale malparada pero en este caso no va a ser la única. Y es que este cuento con tintes de Berlanga, pero también con la cierta buena intención de ¡Qué bello es vivir!, con la sencillez de Chaplin e incluso con el humor local de Cantinflas arremete contra todo el que se le pone por delante. Con humor pero con una terrible acidez. Los citados políticos, pero también los periodistas, los asesores, la alta sociedad, la religión e incluso el grupo de pobres que se convierten en protagonistas no se salvan de la quema, de un retrato que pese al humor no puede dejar de manifestar el nihilismo que el director muestra por la sociedad que le ha tocado vivir. De nuevo gran dirección, de nuevo grandes interpretaciones, de nuevo secuencias con una muy buena fotografía y de nuevo muy mala leche para componer una película que pese al pastiche de influencias se ve como algo original y anacrónico pero que pese a algunos momentos sublimes termina por tener otros mediocres y resultar en su conjunto buena, pero algo irregular. Y con un final realmente opinable.


El infierno (2010)

Nominada al Goya a mejor película latina y ganadora de casi  todos los premios Ariel (9) de la cinematografía mexicana de aquel año, a mí El infierno sin parecerme una mala película, ni mucho menos, me parece la más floja de ésta de momento "trilogía" sobre el poder y la corrupción (La verdad sospechosa que se estrenará en 2013 parece continuar la honda). En este caso sí que la película es menos universal y el localismo de la historia parece cargar más las tintas en el narcotráfico mexicano. Lo que ocurre es que pese a la buena actuación de nuevo de Damián Alcázar, la realización en este caso se me antoja más plana, más de piloto automático, con una fotografía menos lograda, una duración (150 minutos) a todas luces excesiva y una historia, la del hombre que regresa a su México natal y ante la necesidad se arriesga con el narcotráfico hasta que todo se le escapa de las manos, que en este caso sí suena a algo tópica y produce el molesto déjà vu que pese a los temas tratados había logrado evitar en las anteriores dos películas de su filmografía. Uno tiene la sensación que tras las otras dos obras, más frescas, más auténticas, aquí Luis Estrada pretende llevar su temática hacia la película definitiva y tales pretensiones lo alejan en parte de sus logros anteriores. Si no se han visto las dos anteriores la película puede gustar mucho, en caso de haberlas visto quizás puede saber a más de lo mismo y peor. O quizás no. Pero es lo que a mí me ocurrió.

Lo que si os digo sin duda es que si no os habéis acercado al cine de este hombre, empecéis por donde queráis, pero no lo dejéis en el olvido. Es muy superior a la media.