Mi película de la semana: El árbol de la vida
Tenía mucho interés por ver la última película de Terrence Malick
El árbol de la vida y saber qué sensación me causaría, ya que las opiniones que había ido leyendo hasta ahora habían sido de lo más diversas, desde el absoluto desprecio a la adoración total, pasando por diversos términos medios. Pues bien, en esos términos medios se encuentra mi valoración, como podréis deducir por esas tres estrellas que encabezan mi crítica (que en algún momento me planteé en engrosar a cuatro, pero jamás en reducir a dos).
Terrence Malick es uno de esos directores que debido a su corta filmografía (5 películas en 38 años) y a su obsesión por escapar del foco mediático se ha ido convirtiendo en un director de culto, intrigante, cercano a la leyenda. Todo ello unido a su perfeccionismo enfermizo hace que se le suela comparar con Stanley Kubrick, que en cualquier caso, no solo es una comparación odiosa como dice el dicho sino claramente desigual. La película que hoy nos ocupa El árbol de la vida ha sido comparada por algunos (Ángel Sala, director del Festival de Sitges a la cabeza) con 2001, una odisea en el espacio. Quizás la película se pueda comparar a la odisea kubrickiana en su pretenciosidad, pero para nada en sus resultados.
Malick empieza la película con la noticia, en forma de carta, que recibe una madre de la muerte de su hijo. Tras ver el desconsuelo que tal noticia causa en madre y padre, el film se va hacia atrás y nos muestra la infancia del niño fallecido junto con sus hermanos y sus padres en la América de los años 50. La historia del crecimiento de estos niños, de su nacimiento, sus juegos, sus frustraciones, su rebeldía y su relación con sus padres (Brad Pitt y Jessica Chastain) está explicado a partir de fragmentos, de un montaje que tiende a la dispersión y que es un rasgo autoral en Malick. Toda esta parte en que se nos muestra, a trazos, el crecimiento de los chavales tiene algunos momentos de absoluta sublimidad pero una sensación global que me lleva al hastío y en ciertos momentos a la indiferencia. A ello contribuye sin duda el estilo, en exceso preciosista y el tono muy místico del realizador que termina por saturar. Las imágenes son hermosas (como se puede comprobar solo viendo el trailer), pero lo son todas, absolutamente todas, y ello a veces no solo logra el efecto contrario al pretendido, pues ante tanta belleza uno se satura, sino que además termina por parecer el único fin para realizar dicha película.
Si vemos el cine anterior de Malick, en la brillante
Días de cielo había hermosísimas imágenes, pero integradas en una historia más convencional y que lejos de saturar, daban un sello muy personal a la película. Recuerdo una escena de
La delgada linea roja (y hablo de memoria de cuando se estrenó en el cine) en que un soldado, antes de morir ve un rayo de sol filtrándose entre las hojas de un árbol. Una tenía esa sensación de belleza que el soldado capta antes de morir y su pena por dejar una vida llena de una poesía, que quizás hasta entonces no había sabido valorar. En
El árbol de la vida decenas y decenas de escenas nos muestran los rayos del sol filtrándose por los más diversos lugares, y la repetición hace que se pierda la efectividad, la magia. A este estilo artificioso y preciosista se une un excesivo uso del ralentí, cansino, y una cámara flotante, suave y sigilosa que da al global de la película un tono místico, a mi parecer, demasiado empalagoso.
Pese a ello, podría llegar a la conclusión de que el estilo místico está justificado, pues la película es muy religiosa y básicamente se plantea la existencia de Dios y del paraíso. En este contexto hay dos insertos muy discutibles. En primer lugar un muy hermoso intermedio de la creación del universo y del origen de la vida en nuestro planeta, tan hermosos como injustificables dentro del contexto del film. En segundo lugar un apéndice en que vemos el Paraíso tan tópico e inocente que me resulta ridículo y pueril.
Este estilo místico que hemos analizado unido a estos dos insertos que pretenden abracarlo TODO, dan cuenta de la pretenciosidad con que Malick aborda el proyecto, una pretenciosidad que no sabe manejar y que se le escapa de las manos. Malick, quizás juega a ser Kubrick, pero Kubrick es un genio y Malick no. Ahí reside el problema.
Pese a toda esta valoración global que me sitúa la película dentro del grupo de films fallidos, en lo particular tiene importantes aciertos. Para empezar la fascinación que producen algunas de sus imágenes, (que en global me agoten no quiere decir que en algunos momentos no me sienta fascinado por su innegable belleza) incluidas las del origen del universo, acompañadas (como en otras secuencias) de una espléndida y subyugante música, (si Mr. Lombreeze lee este post y ha visto la película seguro puede adoctrinarnos sobre la misma) y sobretodo, algunos momentos en que la historia de los adolescentes se llena de verdad, de emoción, de matices. Hay algunas buenas escenas que muestran como pocas veces he visto en el cine el verdadero interior de estos chicos, (quizás la fragmentanción sea la única forma de mostrar su universo) y un par o tres escenas sublimes (la del chaval reconociendo con pesar ante Brad Pitt que se parece más a él que a su madre, me emociona tanto que me conmociona) que casi me hacen obviar los elementos fallidos y dar una estrella más a la película, al fin y al cabo, a veces de las películas perdura una escena o un momento por encima de la globalidad en nuestra memoria y adquiere en el recuerdo un estatus que jamás tuvo durante su visionado, pero hubiese sido faltar a la verdad de lo que sentí durante gran parte de la película: un cierto desapego con aquello que se me estaba contando, cierta indiferencia y a veces, incluso cierto tedio.
Quiero destacar también entre los aciertos el trío actoral (lo de Sean Penn sería otra cosa, ya que sale poco y parece interpretar su propia caricatura) empezando por la madre, Jessica Chastain, que pese a tener un personaje poco dado a los matices sabe impregnarlo de dulzura. El chico protagonista, un gran acierto de casting, interpretado por Hunter McCracken y que nos muestra una expresión siempre recelosa, muchas veces cercana al odio visceral pero en otros muchos casos de una fragilidad absoluta, y sobretodo quiero destacar el papel de Brad Pitt, que con un personaje tan complejo como podría serlo cualquiera de nosotros, sabe llenarlo de innumerables matices a partir de una admirable austeridad. Brad Pitt está espléndido y logra emocionar más con un gesto casi imperceptible que Malick con toda su supuesta artillería.
¿Se debe ver esta película? Por supuesto. En un momento en que el cine está adocenado y lleno de tópicos y de cálculos comerciales, ver una película de alguien que desprende su ego por encima de todo lo establecido merece la pena. Aunque en gran parte, fracase en su intento de obra global.
Otros estrenos que he visto
Pues como ya avanzaba la semana pasada también tenía la intención de ver
Arriety y el mundo de los diminutos, y así lo he hecho. La película pertenece al estudio japonés Ghibli, ya en sí toda una garantía de calidad. Pero además en este caso el guión es de Hayao Miyazaki que a parte ha supervisado el proyecto y se nota, pues aunque la dirección corre a cargo del novel Hiromasa Yonebayashi, el diseño y facciones de los personajes, la forma mágica y minimalista de encarar el proyecto y diferentes momentos de la película nos remiten con claridad al cine del maestro nipón. Hayao Miyazaki (al que no voy a comparar hoy con nadie para no volver a levantar ampollas, aunque me quedo un poco con las ganas) es uno de los mejores directores de la historia del cine. Da igual si es de los 10 mejores, de los 50 o de los 100, pero es de los mejores. Cualquiera de sus películas es soberbia y algunas (como
Mi vecino Totoro o
El viaje de Chihiro) son obras maestras entre lo mejor (o lo mejor) del cine de animación de todos los tiempos. Algunas películas de Miyazaki tienden a la imaginación desbordante (la citada
El viaje de Chihiro o
La princesa Mononoke) y otras nos regalan una sencillez y sutileza poética con la que construye historias de una magia indefinible, (como
Mi vecino Totoro,
Ponyo en el acantilado o
Nicky, la aprendiz de bruja). La película que nos ocupa hoy
Arriety y el mundo de los diminutos que insisto no dirige Miyazaki, aunque lo parece, se inscribiría en la segunda vertiente, es decir la de las películas sencillas. El guión y la trama es casi minimalista y habla de una familia de diminutos ocultos en una casa y descubiertos por un niño enfermo recién llegado a la misma. No ocurren demasiadas cosas, pero toda la sencillez del guión está impregnada de una magia difícil de lograr y que sólo consiguen las películas en estado de gracia. El trazo de la animación es sencillo, casi transparente (como la historia que cuenta) pero cargado de detalles asombrosos, cuidados, con vida propia. El guión no decae nunca, y la hora y media que dura el film se ve embobado, invadido por la magia de la película.
Arriety y el mundo de los diminutos es un canto a la vida, a la amistad y a la tolerancia.
Arriety y el mundo de los diminutos, cargada de pretendida sencillez, bordea la obra maestra.
Resto de estrenos del viernes 16 de septiembre
Pues parece también interesante
Los amos del Brooklyn, la última película policíaca de Antoine Fuqua, que hace una década logró un éxito comercial y de crítica con una película que a mí no me gustó titulada
Training Day y por el que Denzel Washington ganó uno de los Oscars más absurdos que recuerdo en los últimos años (con permiso de la Bullock, que merecería una categoría a parte). También pueden tener cierto interés el thriller psicológico colombiano
La cara oculta, interpretado por los españoles Quim Gutiérrez y Clara Lago y la película de acción francesa con producción de Luc Besson
Colombiana, aunque en este caso la crítica la ha dejado bastante mal. La comedia americana de la semana
Como acabar con tu jefe, interpretada por pesos pesados como Jennifer Aniston, Kevin Spacey o Collin Farrell parece ser, por críticas que he leído, que es apreciable. Finalmente también se han estrenado los dos documentales de rigor, ambos españoles y curiosos a priori:
Venid a las cloacas: La historia de la Banda Trapera del Río sobre un grupo de rock salvaje instalado en Cornellá desde tiempos de la transicíón y
Historias de Dhallywood, sobre el cine que se hace en Dhaka, capital de Bangladesh, país limítrofe con la India y por tanto cercano a la industria de Bollywood.
Pues por esta semana ya está bien. La próxima dudaba entre dos películas españolas para elegir como película de la semana :
No habrá paz para los malvados de Enrique Urbizu de quien adoré
La vida mancha y detesté
La caja 507 o
Los pasos dobles del siempre interesante y radical Isaki Lacuesta. Finalmente los chicos de
Después de 1984, que están cubriendo estos días el festival de San Sebastián me han influído en mi decisión con sus críticas (que suelen coincidir bastante con las mías) y me inclino por el film de Urbizu. Ya os contaré. Gracias de nuevo por la atención. Abrazos a todos.