Inauguración D'A: Tango Libre

Ayer, Tango libre, la nueva película de Fréderic Fonteyne, director de Una relación privada y que llevaba ocho años sin rodar, inauguró el D'A, el festival de cine de autor de Barcelona que así da el pistoletazo de salida a esta tercera edición que se alargará hasta el próximo jueves, con una selección de películas a priori muy apetecible.

Tras un breve previo en que pudimos ver el, por lo menos opinable, spot de esta edición, escuchar un par de discursos y visionar un espléndido vídeo con un montaje muy currado de fragmentos de películas que vamos a poder ver en esta edición del festival, saltaron al escenario a presentar Tango libre el director Fréderic Fonteyne, su mujer y actriz protagonista además de guionista del film, Anne Paulicevich, acompañada de su bebé, poniendo una anécdota bonita a la velada, el omnipresente Paco Poch y Sergi López, que en pocos minutos se hizo dueño del escenario con su desparpajo, su naturalidad y su contagiosos sentido del humor.

Tras la presentación del film, breve, por fin la proyección en un Teatro CCCB lleno, por otro lado normal ya que era una sesión a la que se accedía con invitación exclusivamente, en el que la incomodidad de las butacas me hace dudar si hoy mi culo, con perdón, podrá soportar las tres sesiones que en aquella sala tengo previstas.

Por lo demás, Tango libre es una cinta muy comercial y bastante mediocre, que seguro tiene su público, pero que me parece demasiado floja, incluso como inauguración, para un festival como el D'A.

Solo Sergi López brilla de verdad en una cinta carcelaria que pretende mezclar comedia y drama y que naufraga entre las aguas de ambos géneros. Y es que si bien la comedia funciona a veces, sobre todo en las secuencias del tango o en alguna en las que aparece el actor catalán, el drama, que se apodera del tono de la película en su segunda mitad, es demasiado obvio, demasiado de trazo grueso y además, colocado con calzador en lo que hasta entonces era el tono distendido del relato. Pero aún queda lo peor: el final. Un nuevo giro hacia la comedia más tontorrona. Repentino, justo tras las escenas más presuntamente dramáticas, que no solo descoloca y sorprende, sino que incluso avergüenza.

Seamos justos. La película distrae y se deja ver pero fracasa en ese intento de mezclar comedia (a veces sutil, a veces casi petarda) y drama. Y sobre todo, en esa intención de dotar al cine más comercial de cierto aire autoral que más que sumar (el montaje sin sentido de las conversaciones en la cárcel, es un claro ejemplo) resta, al dejar al producto con una falta de personalidad que lo coloca en tierra de nadie.