La pudimos ver hace nada en el Festival Americana de Barcelona, unos días antes de que el mundo se parara, como en una de esas película de catástrofes que nos hemos hartado de consumir. La vida, en dos semanas, se ha escondido entre nuestras cuatro paredes. Balcones aparte. Y la cultura la estamos consumiendo de forma digital. Ya era la tendencia, sí. Pero ahora por causas mayores. E innegociables. Filmin se apunta al carro de las exclusivas de estos días y una vez más vuelve a reivindicarse, a luchar contra los gigantes que todos conocemos (y consumimos), como mejor sabe, acercándonos al mejor cine de autor. Por ello, Matthias & Maxime, la nueva película de Xavier Dolan, se estrenará en exclusiva en esta plataforma. Pero si la queréis ver aprovechad porque estará por un tiempo muy limitado. Exactamente 48 horas, entre el viernes 27 de marzo a las 20:00h y hasta el domingo 29, a la misma hora. ¿El precio? Pues 5'95 euros. Y a verla toda la familia.
Matthias & Maxime es el séptimo largometraje de ese canadiense, natural del Quebec, que hace años se presenta en los festivales con la etiqueta de "enfant terrible". Y la verdad es que Dolan, a sus 30 años, pese a su juventud, cada vez es menos "enfant" y quizás lo de "terrible" ya le empieza a quedar grande.
Pero vayamos por partes. Porque hace 10 años Dolan si era "enfant". Y estrenó su primera película Yo maté a mi madre. Y la escribió y la interpretó. Y ya estaban algunos de sus tics, como una relación enfermiza con la madre y la furia, la histeria. Esa que se mantiene hasta el día de hoy y que tanto divide al espectador. No se enteró entonces mucha gente de su existencia. Pero la Quincena de Realizadores de Cannes ya la mimó. Los amores imaginarios escaló en Cannes, ganando el premio a mejor película en Un Certain Regard. Ahora Dolan sí que empezaba a ser "vox populi" entre el sector más cinéfilo. De nuevo dirigía, guionizaba y actuaba. ¿La temática? Un triángulo amoroso con la homosexualidad y la estética artificiosa y colorista como marcas de estilo. Y la importancia de la música. Se lo comparó a Almodóvar. La histeria, la homosexualidad, la música y la estética. Sus rasgos inconfundibles. Los que arrastra hasta ahora. Tenía 20 años.
Pero lo mejor todavía estaba por llegar. En Laurence Anyways, un afectado melodrama de amor y amistad entre una transexual y la mujer que fue su novia, su estilo se radicaliza, su estética colorista se acerca al videoclip y su guión humanista emociona. No aparecía él como actor (lo que en mi opinión es un acierto) y estaba enorme Suzanne Clément, que ganó el premio a la mejor actriz, de nuevo en Un Certain regard. De estética algo más contenida y con algunos toques diferenciales, Tom à la ferme pasó algo más desapercibida. Estaba la homosexualidad y la madre. Y él de protagonista principal, pero para algunos fue un paso atrás en la obra del director quebequés. Entonces llegó Mommy, la madurez que todos vaticinaban que terminaría por llegar en alguien tan joven. Melodrama de adolescente problemático con esa ampliación de la pantalla tan memorable por parte del protagonista cuando su mundo parece emerger. Una maravilla que cosechó críticas enormes y numerosos premios, entre ellos el Premio del Jurado en su Cannes. Pero entonces, como suele pasar, Dolan continúa su carrera con dos largometrajes que pasan por taquillas y festivales sin pena ni gloria: en primer lugar Solo el fin del mundo, aunque Cannes sí le da un premio gordo, con un Vincent Cassel al borde de la histeria y finalmente The Death & Life of John F. Donovan, ignorada incluso por el festival francés pese a su espectacular reparto con Natalie Portman, Thandie Newton, Susan Sarandon y Kathy Bate, acompañadas por un principal como Kit Harington, aprovechando el cénit de su fama gracias a Juego de Tronos.
Y ahora, 10 años después de Yo maté a mi madre tenemos Matthias & Maxime, con un Dolan de 30 años que busca recuperar el reconocimiento que nunca perdió, pero que se ha visto ligeramente atenuado en los últimos años. En parte por sus películas y en parte porque toca. Ya sabemos como funcionan las parábolas en esto de la fama, el prestigio y la crítica.
En su nueva película Dolan vuelve una vez más a sus temas recurrentes, aunque con un estilo más depurado y menos pop. Algo que ya venía haciendo en su último cine. Un poco como en su momento hizo uno de sus referentes, Pedro Almodóvar. Se desnuda de gran parte de su imaginario visual y se centra en una historia de amor y amistad que busca conmover al espectador. Pero más allá de este estilo más neutro tenemos todos sus tics. En primer lugar Xavier Dolan vuelve a primera línea protagónica. Y ya me perdonaréis pero es que a mí el Dolan actor no me termina de convencer. Su partenaire Gabriel D'Almeida Freitas, demuestra mucho mayor (y mejor) registro. La madre agobiante tiene un peso importante en la trama. Pero todo parece una copia un poco caduca de esa relación que ya vimos en su ópera prima hace ya 10 años. Y a la histeria de la madre hay que sumar esa histeria de diálogos pisándose unos a otros, que sobre todo ya disfrutamos o sufrimos en Solo el fin del mundo. Es marca de estilo. Para bien o para mal. Y cada uno se situara en un lado, el de los fascinados a agobiados, según sus gustos. La homosexualidad es el tema clave del relato. En este caso más si cabe porque las historias de amor lo son, sean del perfil que sean, y etiquetarlas por orientaciones me parece un ejercicio algo anticuado. Pero es que aquí la negación de la homosexualidad por parte de uno de los dos protagonistas será el tema central. Los agobios, las consecuencias. El deseo reprimido. La amistad rota. En esos momentos íntimos es cuando la cinta de Dolan brilla más. Mención aparte de sus momentos musicales. Con una selección musical excelente y con el típico momento en que sus protagonistas rompen a cantar y todo sube, la adrenalina, la emoción, la pasión. Porque el celuloide se carga de vida. Allí Dolan siempre brilla. Y en esta película no es menos. El resto, en mi opinión, muy irregular. Con algunos momentos que desgastan, en que no puedes evitar la sensación de dejà vú y otros en que el talento de este "enfant terrible", cada vez menos enfant y cada vez menos terrible, todavía permanece.