Película de la semana: La vida de los peces y resto de estrenos

Película de la semana: La vida de los peces

Imaginad, ahora que está tan de moda, que os llega por facebook una invitación para  asistir a una fiesta con ex-amigos del instituto, de la universidad, de EGB o de vuestro antiguo lugar de veraneo. Imaginad un cierto dolor al comprobar que casi no sabéis nada  de aquellas personas a las que explicabáis con todo detalle cualquier nimiedad de vuestra vida o sentimientos o esperanzas. Imaginad que entre la personas que asisten a la fiesta está un/a ex-novio/a que dejastéis de mala manera y que siempre habéis creído que en realidad, si no hubiese sido por vuestra extrema estupidez, sería vuestra media naranja. Imaginad que, para colmo, una ausencia sobrevuela la fiesta; un amigo que desapareció en trágicas circumstancias y que quizás, o no, os sentís un poco responsables de dicha ausencia. Digo yo, que pese a una cierta tristeza en algunos momentos, incluso en vuestro ánimo general, durante la fiesta reiréis en algunos momentos y lo pasaréis bien y haréis buena cara.

El protagonista de La vida de los peces, que asiste a una fiesta con amigos tras diez años de ausencia, se pasa toda la película con una expresión de languidez, de tristeza infinita e irreversible, de nostalgia hiriente que a mí, como espectador, me da una sensación de falsedad, de no credibilidad, de impostura de un estado anímico con fines dramáticos. Esa falta de realismo y esa extrema languidez emocional es uno de los grandes defectos de una película que da menos de lo que promete.

Matías Bize, que hace unos años rodó En la cama, una buena película que transcurría en una habitación y narraba un encuentro sexual y sentimental de dos personajes a la deriva (del que Médem hizo un remake, no menos acertado, en Habitación en Roma) vuelve en esta ocasión a enfrentar a dos protagonistas perdidos sentimentalmente (incluso repite la actriz), aunque ahora existen otros personajes secundarios, vuelve a ponerlos en un solo escenario, aunque ahora prolongado a una enorme casa con diversas estancias y vuelve a explicarnos una historia de desencuentros sentimentales, aunque ahora mucho más pretenciosa. El resultado es una película totalmente fallida que se deja ver con curiosidad pero que no funciona si le aplicamos un mínimo de criterio crítico.

Andrés, tras diez años instalado en Berlín, vuelve a una fiesta en su Chile natal para ver de nuevo a sus amigos pero sobretodo, a su ex-novia. Convencido de que cometió un error al dejarla y de que ella era la mujer de su vida, regresa con la intención de recuperarla. Pero la chica está casada y tiene dos hijas, así que su propósito no será nada fácil.

La película comienza en una habitación donde Andrés habla con varios de sus amigos. Triste y ajeno a la conversación decide irse. Pero de camino encuentra a la mujer embarazada de uno de ellos con la que va a otra habitación a hablar de problemas existenciales, amor y sexo. Cuando deja la habitación se encuentra con Beatriz, su ex-novia, y mantiene una conversación casi intrascendente. Se va y se encuentra con alguien más que lo lleva a otra estancia de la casa a hablar y al salir ve a Beatriz con la que habla, hasta que se va y se encuentra a alguien con quien habla en otra estancia y sale y se encuentra a Beatriz con quien vuelve a hablar... Así pues, la película se compone de microhistorias y de una historia de amor, la principal, de la que vamos conociendo más cada vez que los protagonistas reanudan la conversación.

La idea quizás sea buena pero esos encuentros y desencuentros, ese deambular del protagonista por la casa, pronto nos parece caprichoso y falso, impuesto, como su expresión permanentemente lánguida de la que hablábamos al principio.

A esta falta de credibilidad, a esta impostura caprichosa que nos hace ver montaje y dirección donde debería fluir la naturalidad, se le juntan otros deméritos, que van en la misma línea. Las secuencias están llenas de destellos luminosos y de ralentís absurdos que pretenden crear un ambiente bonito y poético pero que se acercan con peligro a la artificiosidad y pedantería ridícula. Lo de la música es casi delictivo, subiendo y bajando su volumen e intentando manipular los sentimientos del espectador con alevosía. El guión, que pretende explicar una historia de amor sin caer en lo cursi, se mueve peligrosamente en el filo, cayendo de manera lamentable en alguna secuencia del lado del sonrojo. Además, el final, que salva lo peor por los pelos vuelve a resultar nuevamente caprichoso e impostado.

En su favor cabe destacar que se sigue con interés, sin aburrir; que los actores están bien (Santiago Cabrera exhibe belleza y atractivo a diestro y siniestro) incluso cuando la credibilidad de los diálogos los ponen a expensas del espectador; y un par de momentos en que la película sugiere más que matiza: la historia trágica del amigo muerto de la que siempre creemos que importó en el devenir de Andrés más de lo que se explica, porque jamás se explica demasiado y la primera secuencia en que conversan los amigos y en la que vemos que los que se han seguido viendo no saben mucho del presente de aquellos amigos con los que lo compartieron todo. Esa primera escena es brillante.

La vida de los peces, película chilena que ganó el Goya a la mejor película hispanoamericana en la última edición de los Goya fracasa en su impostura, en su capricho y en su poesía de pacotilla cuando requería verdad y sutileza, realismo. Es una auténtica lástima porque la historia y el planteamiento podrían haber dado mucho de sí.

Podéis leer otra crítica a esta película mucho más benevolente en el blog del amigo Mario Nenúfares efervescentes.

Otros estrenos que he visto

En un mundo mejor, la película danesa de la directora Susanne Bier, ganadora del Óscar a la mejor película de habla no inglesa de este año, es una apasionate película (muy nórdica, de sentimientos muy contenidos) sobre el tránsito de la adolescencia a la edad adulta, sobre el odio contenido que puede acabar exp`lotando, sobre la violencia intrínseca en las personas, sobre padres, hijos, matrimonios, muerte e infelicidad. Con un guión preciso, un clima de tensión creciente, una fotografía espléndida y una dirección inteligente, la película se disfruta al tiempo que se sufre. Tan solo una cierta exageración en algunos momentos de la trama, un cierto efectismo y un final nada consecuente al resto de la historia, por el que probablemente los americanos se decidieron a darle el Oscar, empañan un poco el resultado de esta película casi brillante.

Podéis encontrar otra crítica de esta película en la revista amiga locoporelcine y en el blo amigo boldecine.

Resto de estrenos del 1 de abril del 2011

      

Pues solo dos:

Invasión a la tierra, la enésima película en que Los Ángeles (a veces es Nueva York) queda totalmente destruída, esta vez debido a una invasión alienígena. Ver otra vez la misma película de siempre (aunque yo veo pocas de este tipo) días después de ver la destrucción real en Japón, me apetece tanto como pegarme un tiro en la nuca y esparcirme el cerebro por la pared. Crítica en loco por el cine.

¿Para qué sirve un oso?, película española que inauguró el festival de cine español de Málaga, parece ser una comedia blanca y de buenos sentimientos ecológicos con Javier Cámara y Gonzalo de Castro y dirigida por el director de La torre de Suso Tom Fernández. Yo me abstendré, gracias.

Antes de terminar, quisiera dejar constancia que la semana pasada se estrenó (de forma tan minoritaria que ni me enteré) Viajo porque preciso, volto porque te amo, una película brasileña que, para haceros una idea, en un mundo en que Weerasethakul y los Dardenne fuesen blockbusters, ésta sería una cinta muy, pero que muy alternativa. Yo la vi en el festival L'Alternativa y me encantó. Si estáis interesados podéis recuperar la crítica que hice en su momento en este post.