jueves, 7 de diciembre de 2017

La simetría en Only God Forgives

Estos días tenemos la suerte de poder disfrutar en la cartelera de dos de los más interesantes estrenos en lo que llevamos de año, películas además, muy distintas entre sí y ambas no aptas para todos los paladares. Una de ellas es la realista La vida de Adèle, la mejor historia de amor en lo que llevamos de año junto a Laurence anyways. La otra es todo lo contrario, el artificio híper estético Only God forgives (Solo Dios perdona). Una cinta que dirige uno de esos talentos que de vez en cuando irrumpen en el panorama cinematográfico, Nicolas Winding Refn, que tras la sobresaliente Drive vuelve a acercarnos a un mundo esteta de violencia, más depurado si cabe y sin coartada emocional para que el espectador se identifique. El resultado pues, más duro, más seco, llega a un número de espectadores menor pero reafirma al director danés como lo que es, un artista independiente que no teme las reacciones del público. Y es que a parte de una historia perfecta que se basa más en lo no explicado que en lo contado (un handicap para conectar con el público en los tiempos que corren) la experiencia visual y sensorial de ver Only God Forgives en una pantalla de cine (lo he hecho dos veces) es de las que cuesta de encontrar. Con influencias que van de Lynch a Noé pasando por Wong Kar-Wai, el cineasta danés nos ofrece una obra personal en la que me llama mucho la atención los encuadres simétricos, una auténtica delicia que hacen de cada fotograma una obra de intenciones artísticas. No voy a hacer una crítica más larga de la película. Para los interesados coincido plenamente con la que hizo hace pocos días Ciudadano Noddles aquí. Este post, como en parte la película, pretende ser solo visual. Y muy concreto. Vamos a ver encuadres simétricos que son arte. Que son símbolo de artificiosidad. De frialdad. Como pretende ser la película. Que son perfección. La simetría en Only God Forgives


domingo, 15 de octubre de 2017

4ª Crónica de Sitges 2017 (50 aniversario)

Terminamos las crónicas de esta brillante 50 edición del Festival de Sitges con las últimas películas vistas durante los últimos días de festival que merecen la pena destacar. Sin duda una de las gratas sorpresas de esta edición es Brigsby Bear, una pequeña película sobre un chico que una circunstancia ajena a él le hace aparecer en plena juventud en un mundo real que le desborda. Su forma de intentar adaptarse a él va a ser creando una película, el Brigsby Bear del título. Esta tierna, dura y algo freak película va mucho más allá de su argumento y entre risa y ternura nos va a hablar de una generación que hemos sucumbido a la realidad del mundo aplastante cuando lo que en realidad nos interesaba era construir, no solo nuestra ficciones si no también un mundo a nuestra medida. Una oda a la creatividad como única forma de salvación en un entorno hostil que nos supera. Pura magia.

En un panorama artístico en que cada vez aparecen más presuntos rebeldes, pocos quedan de la talla y la insobornabilidad de Alejandro Jodorowsky. En esta segunda entrega de su biografía filmada titulada Poesía sin Fin, el genial director chileno hace y deshace la ficción a su antojo a partir de sus vivencias. Sin ninguna censura y con algunos escenas que cualquier otro director vendería como escandalosas pero que él incluye en su metraje con naturalidad, Jodorowsky carga de barrocas imágenes la pantalla para hablarnos de sentimientos. De su sexualidad, de su honor, de sus dudas, de su reafirmación como individuo. Todo cabe en en una película que como su propio título indica está impregnada de Poesía, con mayúsculas, la absoluta, la que solo los genios, los grandes, dominan. La que va mucho más allá de una vida para universalizar los sentimientos. La de Jodorowsky.

Yo amé a John Cameron Mitchell. Hedwig and the Angry Inch me parece una de las películas más bonitas, sinceras e  inspiradas de los últimos años. Sus canciones, su verdad, su sutileza impregna de tristeza y dolor un pantalla que al tiempo quiere latir, de sentimientos, de vida. Por eso me enfade tanto cuando en Shortbus explicaba lo mismo sustituyendo la sutileza por el trazo grueso, lo escandaloso, lo vulgar. Y pensé ya en desconectarme de su cine con el despropósito de Rabbit Hole. Por suerte no lo hice. Y es que este How to Talk to Girls at Parties es un divertimento ultrapop totalmente disfrutable. Punk, sectas y extraterrestres se dan la mano para levantar una película muy imaginativa y marciana en que el petardeo es la máxima filosofía a seguir. Con una Elle Fanning que cada vez es más musa y una Nicole Kidman, ahora sí espléndida, John Cameron Mitchell resurge de sus cenizas en una cinta que quizás pueda ser menor, pero que será de culto en tres, dos, uno...

En Dave Made a Maze, el protagonista, Dvid, un joven inadaptado que vive en su propia realidad, construye un laberinto de cartón en su propias casa. El problema vendrá cuando entre en él y éste tome vida propia impidiéndole salir y cargando su estancia de peligros. Sus amigos acudirán en su ayuda. Pero salir del laberinto no va a resultar nada fácil. Este es el argumento de una original y muy artesana película que bebe de los mundos de Kaufman y Gondry para proporcionar una diversión muy empática, muy disfrutable y con momentos muy hilarantes. Su handicap es que es un mediometraje algo hinchado y en su segunda mitad baja la intensidad y el gran nivel que la película había exhibido en su primera parte. Pese a todo un buen divertimento.

Quisiera terminar estas crónicas rescatando Boys in the Trees, una irregular y probablemente algo fallida película australiana pero que pretende hablar de descubrimiento sexual y marginalidad a través de un ficción de terror situada en la noche de Halloween de 1997 y que por momentos roza lo onírico. A veces ridícula, a veces atrevida, a veces sensual, a veces imaginativa, siempre amanerada, Boys in Trees, ópera prima de Nicholas Verso, posee personalidad suficiente y ganas de arriesgar y contar una historia usando el género  como para no restarle importancia y esperar a la próxima película de su realizador para ver por donde van los tiros.

Año genial en Sitges. Enorme nivel como se esperaba de este flamante 50 aniversario. A por el 51. Por poco que podamos, allí estaremos.

jueves, 12 de octubre de 2017

3ª Crónica Festival Sitges 2017 (50 aniversario)

Shunji Iwai es un director japonés un poco al margen del sistema, con una narrativa muy especial, que sin embargo nos ha dado películas tan interesantes como Picnic, Todo sobre Lily o El caso de Hama y Alice. A Bride for Rip Van Winkle tenía el handicap de su duración, tres horas, sobre todo en el contexto de un festival en que a veces las películas especialmente largas tienden a atragantarse. Pero no fue el caso si no todo lo contrario. En su extenso metraje Shunji Iwai no solo nunca te hace caer en el sopor sino que además, y esta es una característica rara en el cine de hoy día, te va sorprendiendo a cada giro argumental. La película empieza en un sitio, continua por otro y termina en uno totalmente distinto. Y uno termina por enamorarse de unos personajes, que como la película, van de aquí para allá en busca de su propia dignidad, aunque esta suponga dar tumbos sin parar, para buscarse, para encontrarse, a veces para ser feliz, las más para salir a flote. A Bride for Rip Van Winkle son tres horas de humanismo, tres horas de personas japonesas que bien podríamos ser nosotros. Tres horas de cine sorprendente, cercano y entusiasta. Un must.

A David Lowery ya lo conocía. En Americana, festival en el que trabajo, programamos en nuestro primer año la hermosa y triste Ain't Them Bodies Saints, con Rooney Mata y Cassey Affleck. Así que cuando vimos el hermoso trailer de A Ghost Story con el mismo reparto que aquélla, no pudimos más que desear que la pudiésemos llevar a nuestra nueva edición de Americana en marzo. Pero el tema fantástico nos hizo temer lo que pasó. Que Sitges se nos adelantó. Dato al final irrelevante porque la película se estrenó semanas después de su pase en Sitges y por lo tanto, mucho antes de nuestro Americana. A Ghost Story, más que una película normal es un estado de ánimo. La tristeza lacónica ante la pérdida se apodera de la pantalla para terminar siendo un extraño poema sobre la tristeza infinita, intrínseca al ser humano, sus deambulaciones por la historia, el tiempo, sus penas infinitas. Con un final in crescendo que hace de su visionado una experiencia sensorial, trascendental, poética y sentimental difícilmente igualable en el cine actual. Pura magia. Porque la Mara al final se come el pastel. Y todo fluye...

Thelma de Joaquim Trier es otro de los grandes títulos de este Sitges. Terror psicológico y atmosférico, sensorial, de los de pensar y rellenar una vez finalizado el visionado. Estilizada historia de posesiones que también es historia de despertar sexual y emocional en la adolescencia, como otras propuestas actuales como Crudo o Blue my mind pero aquí todo mezclado con ese hieratismo nórdico, la religión y la homosexualidad. El cóctel resultante es cine de género de quilates, inquietante, con un magnetismo absoluto mérito tanto de la dirección de Trier como de la actuación de Eili Harboe. Cine de autor de género, una nueva ola que los últimos años está renovando el terror desde dentro, desde la misma entraña.

Kiyoshi Kurosawa es un clásico en  Sitges. Cierto es que los últimos años del cineasta son algo más irregulares y que un servidor no recuerda la contundencia y la excelencia de algunos de sus primeros trabajos en estos últimos tiempos. Título lejanos como Retribution, Kairo o Sense todavía no han sido igualados a día de hoy. Pero un poco a la contra, en Before We Vanish me parece que el prestigioso director japonés retoma algunas de sus virtudes de forma clara. Es cierto que a una película que confía en la inteligencia del espectador le sobra un final tan explicativo, pese a su romanticismo exacerbado y ese "oh" que expresa el chico al descubrir los sentimientos de su pareja y que es ya uno de los instantes más hermosos de Kurosawa, pero esa ciencia ficción que en el fondo de lo que habla es de alienación, ese ritmo pausado que nos cuenta lo que vemos para en el fondo mirar a la tangente, ese dominio de la técnica, de los espacios, de los silencios, de las metáforas, esa sociedad cambiante, difusa, perdida, éso, es puro Kiyoshi Kurosawa. Before We Vanish nos ofrece por momentos lo mejor del director, aunque a veces no termine de centrar su mirada y no termine de llegar a buen puerto.

Tras la apreciable Spring, Justin Benson y Aaron Moorhead regresan a Sitges con la adictiva The Endless. Ambos dirigen, producen, escriben, componen la música y actúan en la película. Al mérito de tal atrevimiento digno casi del renacimiento, el resultado es absolutamente destacable. The Endless es un rompecabezas que empieza como una peli indie de hermanos sin un lugar en el mundo y que durante su metraje flirtea con el terror, el cine de sectas, la ciencia ficción, los extraterrestres y los viajes en el tiempo. Ahí es nada. Con una dirección que va enseñando sus argumentos a pedazos, con calma, la película se disfruta como un rompecabezas paranoico que quizás, al final, peque un poco de gratuito. O no. Todo depende de las conclusiones que uno saque al juntar las piezas. Pero su mérito está ahí. Con muy poco más de una hora y media pegado a la butaca. Y unas cuantas horas después comiéndose la olla. ¿Quién da más?

lunes, 9 de octubre de 2017

2º Crónica del Festival De Sitges (50 aniversario)


En Brawl in Cell Block 99,  S. Craig Zahler repite de alguna manera el esquema de su más que interesante ópera prima, Bone Tomahawk. Si allí jugaba con el género western para, tras una primera parte de clasicismo, romper la película de forma excesiva y macabra, en esta ocasión la ruptura se produce con el género carcelario. Sin embargo, en esta ocasión , el díptico no resulta tan acertado como en su anterior película. Y es que sí bien la parte final explosiva y violenta de Bone Tomahawk rompía lo narrado hasta entonces, sí que es cierto que el cambio de tono parecía más justificado dado que la violencia procedía del exterior, de unos nuevos personajes que no habían aparecido en la primera parte del metraje. Aquí, la ruptura parece más gratuita, más teniendo en cuenta que la primera parte de la película, clásica, contenida, de guión exquisito, roza la maestría. Por ello cuando el desfase se vuelve caprichosamente el motivo final de la película, uno no puede más que sentir cierta decepción, dado el nivel que lucía hasta entonces el film. Pese a ello, la propuesta es estimulante y confirma la buena mano de su director para crear ambientes de van de lo clásico a lo malsano. A ver con qué nos sorprende en el futuro.

Mucho más clásica en todo su metraje es la ópera prima de Taylor Sheridan, Wind River. Jeremy Renner, siempre solvente, encarna un policía atormentado por una desgracia personal que debe enfrentarse al asesinato de una joven en una reserva de indios americanos. Sus traumas y su particular obsesión no tardarán en hacer de la investigación un tema más personal que de trabajo, por lo que las consecuencias finales de su determinación a encontrar culpables podrá llevar al personaje a los límites de la cordura. Elegante, dando al espectador elementos para reconstruir la trama a cuentagotas y a ritmo pausado, gélida, con paisajes enormes, Wind River es un thriller visceral e intenso que escribe el guionista de Comanchería (de nuevo de forma espléndida) y que Sheidan sabe trasladas en imágenes no invasivas pero lo suficientemente potentes para destacar la historia. Espléndida.

Uno de los enormes lujos de esta edición de Sitges era poder ver Suspiria en el pantallote del Melià. Presentada por el propio Darío Argento muy bien acompañado de un Guillermo del Toro en calidad de fan absoluto y entregado, Suspiria demuestra una vez más que es una de las grandes obras (de terror) del cine moderno. Un giallo que supera a cualquier giallo habido y por haber, un ejercicio estético de primer orden, que se mantiene a lo largo de todo el metraje, con unos colores chillones, una música sorprendente, una historia de brujería malrollera y hasta un joven Miguel Bosé inquietante. Darío Argento lleva lo artificioso al extremo, su cinta es una ópera, una genialidad solo al alcance de un loco. Una obra maestra. Como leí en una crítica que no recuerdo de quien es y que me sabe mal no citar, Suspiria es como dar una bocanada en el mismísimo infierno. Y digo yo, pero un infierno fascinante. No habrá nada mejor en Sitges este 50 aniversario. Porque Suspiria es casi inalcanzable.

Annabelle: Creation  tenía una cosa muy a favor. Era muy difícil que fuese peor que su predecesora. Una enorme pena que de un par de películas tan buenas como los Expedientes Warren surgiese un spin off tan lamentable como Annabelle. así que como decía, con esa segunda parte, nos conformábamos con la dignidad, con entretenernos. Y eso justamente es lo que nos aporta esta segunda parte de la muñeca malísima: entretenimiento. Visto lo visto firmamos. Es cierto que en hora y media hay tópicos a mansalva. Es cierto que cada susto (y son muchos) viene precedido de su efecto de música estridente, de esos que se ven a la legua. Es cierto que ya casi ni me acuerdo de su guión. Pero durante el visionado pasamos el rato. Sin más. A modo encefalograma plano. Y no nos engañemos, al ritmo de visionados que llevamos en Sitges, en algunos casos muy exigentes, algunas películas de sentarse y un par de risas y un par de sustos y a otra con la mente despejada no vienen nada mal. Annabelle: Creation demuestra que el spin off de The Conjuring (de la que ojalá haya tercera) está más que agotado. Pero resolvió su agotamiento con  dignidad.

Con Musa Jaume Balagueró por fin realizaba una de sus películas más ansiadas, una de aquellas que llevaba años persiguiendo y se le resistía. Pero por desgracia Musa es la segunda película consecutiva de Balagueró (tras la vergonzosa Rec 4) que podría haberse ahorrado. Es difícil de explicar el despropósito y tampoco quiero hacer saña de un tipo que me cae en gracia y que ha servido para renovar el terror patrio con estimables propuestas. En Musa el guión es un desastre. Es obvio que Balagueró dirige bien y en algunas secuencias saca a relucir su buenhacer. Pero la historia no solo no tiene sentido, se le escapa y está plagada de secundarios sin carisma sino que además, al final se vuelve hasta ridícula. Y los actores tampoco acompañan. Solo la hermosa Manuela Vellés trata de resolver con dignidad un personaje imposible. Al final queda la sensación de film fallido hasta el extremo. Ojalá alguien le escriba un buen guión a Balagueró, uno que le permita lucirse como a buen seguro él puede. Ojalá.


sábado, 7 de octubre de 2017

1º Crónica del Festival de Sitges 2017 (50 edición)

Llegó el momento y Sitges se vistió de gala para empezar esta anunciada y especial edición, la número 50, de un festival que ya es quizás, el referente mundial del cine de género. Y para una edición tan especial era importante una película inaugural a la altura. Y sin duda el festival hizo los deberes...

The Shape of Water, la última y esperada película de Guillermo del Toro, en especial tras su triunfal presentación en Venecia, inauguró el festival, con su director de padrino del mismo y una expectación enorme. The Shape of Water es una fantasía retro, una monster movie romántica de estética apabullante y romanticismo exacerbado, que si bien no innova en su guión, repleto de tópicos en los que no faltan los malos malotes, la chica desvalida pero determinada a conseguir su amor, el amigo homosexual y el monstruo más humano que muchos de los humanos; sí que logra impregnar de magia la narración a partir de su virtuosismo visual y ese tono de cuento como los de antes, delicado, estéticamente imaginativo, hermosos, de buen corazón. De los que hacen que te sumergas en la magia del cine sin pensar en sus mecanismos. Con unas interpretaciones soberbias, en especial la de su espléndida actriz protagonista Sally Hawkins, la película nos va impregnando de su sencilla y cuidada historia hasta que, para la mayor parte del público, la emoción florece sin cortapisas. Una inauguración a la altura de esa 50 edición que sin duda dará mucho de que hablar en los próximos meses.

Otro de los platos fuertes de estos primeros días de festival ha sido Most Beautiful Island, una película indie americana dirigida por una española, Ana Asensio, que además lleva consigo el peso del omnipresente papel principal del film. Como si de un capítulo de aquellas míticas "Historias Imprevistas" o "La Dimensión Desconocida" se tratase, la directora va tejiendo una historia que parece empezar como una cinta independiente más cercana al cine social pero que va mutando en ciertas tensiones hasta que en su segunda mitad, se desata el mal rollo. Con una dirección precisa cargada de misterio y una actuación llena de sensualidad, Ana Asensio nos sumerge e un misterio no excesivamente novedoso pero que sabe llevar con mano maestra. Una película muy pequeña pero que saca un rendimiento brutal de sus escenarios y sus misterios. Una ópera prima sin duda brillante que pone a su directora en el punto de mira y a la que intentaremos acompañar en sus próximos trabajos.

Otra de las primeras maravillas que nos ha proporcionado el festival ha sido Loving Vincent, cinta de animación que a modo de thriller pretende indagar las posibles causas que llevaron a Van Gogh a suicidarse e incluso explorar la posibilidad de que la muerte  haya sido un asesinato. Sin duda lo más llamativo de la película es su estética. Cientos de animadores han trabajado durante años en recrear y dar vida a los cuadros del genio holandés. Y el resultado es una maravilla. Verdes hierbas altas dan paso a trenes atravesando puentes, plantaciones de trigo o noches difusas. Van Gogh vive en sus propios cuadros. Su arte se ha hecho movimiento. Cualquiera puede sentirse emocionado por ello, per o los que como yo somos auténticos amantes de su pintura, la maravilla alcanza cuotas de emoción nunca imaginadas. Para acompañar al festín estético, la historia que se nos cuenta es de lo más interesante, intentando indagar en el porqué de esa tristeza infinita del pintor, de esa depresión y ese desánimo que lo llevó (o al menos eso nos han contado) a quitarse la vida cuando parecía que se estaba recuperando de su depresión. Una maravilla, delicada, que ningún aficionado al cine debería perderse.

Yorgos Lanthimos también era uno de los platos fuertes de los primeros días del festival y por supuesto, no iba a pasar desapercibido. Acompañado de Colin Farrell y Nicole Kidman, el director griego en una estilizada película llena de espacios mastodónticos, hirientemente blancos, nos vuelve a hablar de la desintegración familiar, en este caso con tono fantástico, ya que uno de los hijos del matrimonio protagonista parece ser la causa del mal y la muerte que acecha a la familia. Decididos a terminar con el sufrimiento, la único opción será asesinar al niño. Pero el peso del remordimiento no se lo pondrá fácil. Fría, brutalmente malsana, de elegancia gélida, de interpretaciones llevadas a un laconismo incómoda, la alta sociedad recibe una y otra vez bofetadas del director, en su manera de llevar una vida de apariencias más allá de sentimientos, más allá de amores, de empatías. La deshumanización es el primer paso hacia la destrucción. Y El sacrificio de un ciervo sagrado nos lo explica sin compasión, con todo el dolor, aunque sea oculto tras sus blancos impolutos.

Ana Lily Amirpour, la directora americana de origen iraní que hace unos años nos sorprendió con una estilizada ópera prima que mezclaba vampiros y drogadicción, nos vuelve a impactar con este nuevo ejercicio de estilo sucio e hiperbólico titulado The Bad Batch. Un western salvaje a medio camino entre los primeros trabajos de Robert Rodríguez y el tremendismo y el gusto estético de Jodorowsky. Excesivo de principio a fin, con guión delirante y psicotrónico, una vez más la joven directora presentará universos que hablan de otras cosas mientas habla de adicciones, utilizando el género (terror, western, ciencia ficción) para vomitar sus problemas  al espectador, sin ni tan solo concesiones a su propio film. Y claro, no todo el mundo estará por la labor de aceptarlo. Pero mientras ella va construyendo universos propios. Como hacen los que los tienen.