Películas que veo con mi hijo: Mi vecino Totoro

Pues ha llegado el momento de iniciar una nueva sección a la que le tenía enormes ganas. Por fin mi hijo, Gerard, de 19 meses, empieza a ver cine. Ya llevamos muchos días viendo Mi vecino Totoro, no siempre entera, no siempre como único centro de atención, pero sí en largos fragmentos y a veces, con suerte, de principio a fin. La cosa suele empezar así:

Pero tan relajada situación suele durar media hora, tres cuartos, un poco más con suerte. El resto de película Gerard la ve de pie en el sofá mientras le agarro, tirado encima mío dándome patadas o haciendo paseos, no sin cierto riesgo, por el suelo del comedor. Así, puedo confirmar, que ahora mismo me sé de memoria la primera hora de película y con suerte puedo más o menos ver sus últimos treinta minutos.

Los niños no son muy libres de escoger cual será su primera experiencia cinematográfica. Obviamente los que empezamos a elegir somos los padres y yo diría que mi hijo ha estado algo incitado al bueno de Totoro desde que nació. Sino pinchar en este enlace, de mi amigo Fabio, y mirar qué hermosos dibujos nos hizo para decorar su habitación. Gerard ve Totoro por autoimposición de sus padres, pero estoy muy orgulloso de la elección. Algún día, dejará de pedir el Totoro a todas horas y podremos ver una segunda película (lo he intentado con Buscando a Nemo, pero nada más empezar chilla con violencia "NOOOO!" "¡TOTORO!") pero mientras tanto, puestos a ver todo el día lo mismo, qué mejor que esta obra maestra.

El japonés Hayao Miyazaki es el mejor director de cine de animación de todos los tiempos. Siempre digo que si las listas a las mejores películas de la historia del cine fuesen justas y mezclasen cierto elitismo con la lucidez que da la sinceridad, Mi vecino Totoro debería formar parte de estas listas (sí, junto al Ciudadano Kane y a Chaplin y Lubistch). Es la cuarta película del director y para mí, su mejor película hasta la fecha. De todas maneras, las peores películas de Miyazaki son soberbias y una buena parte, obras maestras (El viaje de Chihiro o Nicky la aprendiz de bruja, son impresionantes).

Con una historia pequeñita, trazo sencillo y colores vivos y alegres, Miyazaki crea una historia de sensibilidad asombrosa sobre la fina linea que separa el mundo imaginario de los niños del mundo real. Ambos mundos, real y fantasioso, se mezclan con mimo, con imaginación, con magia, creando uno de los personajes más entrañables del cine de animación de todos los tiempos, Totoro.

Dos niñas que se mudan y que trabajan con su padre en la mudanza, sus juegos, la relación con sus vecinos y las visitas a su madre enferma en el hospital (la película no tiende al melodrama a lo Marco, lo de la madre es circunstancial), al tiempo que descubren un mundo oculto en la casa y alrededores bastan al director japonés para crear esta oda a la ternura, a la amistad, a la fantasía, y hacer como siempre en sus películas un canto de amor a la naturaleza y lograr una especie de simbiosis entre ésta y los humanos. Algunas de las escenas de la película se encuentran entre mis favoritas de todos los tiempos. Pura magia, pura sensibilidad, pura poesía. Un film bello, genial y entrañable.

Como ve Gerard Mi vecino Totoro es un auténtico misterio. Le encantan estos sencillos créditos iniciales:



Durante su visionado repite palabras como polvo (salen unos duendes del polvo), Mei (la niña protagonista) y se anticipa con gestos, palabras y onomatopeyas a cosas que sabe que van a pasar. De vez en cuando se gira a mirarme con ojos enormes y sonríe. Yo suelo devolverle la sonrisa y explicarle algo de lo que ocurre en la película. Otras veces se gira hacia mí con la boca bien redondita y abierta en forma de O. Yo soy consciente que no puedo igualar su expresión de sorpresa y mucho menos su emoción, pero como buen padre, intento fingir que sé lo que he de hacer y le devuelvo la misma boca en forma de O con toda la pasión que puedo. Él parece conformarse y se vuelve a mirar la película de nuevo. Cuando Totoro aparece a la media hora de película, se gira hacia mí y me dice "Papi, Totoro". Por un momento, por un fugaz instante que quisiera detener, todo parece tener sentido.