martes, 25 de enero de 2011

Crítica : Balada triste de trompeta

Nunca he sido incondicional de Álex de la Iglesia pero he visto toda su filmografía. De hecho, recientemente, me había decepcionado ya tanto, que había decidido que las oportunidades que le había venido dando, también debían de tener un límite. Encontré patético el humor grueso y descerebrado de Acción Mutante, pero El día de la bestia me gustó mucho y revolucionó el por entonces, casi nulo cine de género español, así que decidí que el director vasco era un cineasta a seguir. Pero sus siguientes trabajos, que no estaban mal, nunca alcanzaron el nivel de su segunda película y tanto Perdita durango, como Muertos de risa (un claro precedente de la película que nos ocupa), como La comunidad perdieron algo de fuelle. Entonces llegó la caída libre con la fallida 800 balas, la muy mediocre Crimen ferpecto y la malísima y lamentable Los crímenes de Oxford. Así pues, planteándome si no sería mejor abandonar al bueno de Álex a su fortuna en su próxima película, llega Balada triste de trompeta y gana el guión y la dirección en Venecia (y lo que es mejor, los elogios de Tarantino), además de posteriormente, ser la película con más nominaciones a los premios Goya de la edición de este año. Sin demasiada prisa, hace más de un mes que se ha estrenado, finalmente decido verla.

Balada triste de trompeta no es solo la mejor película de Álex de la Iglesia, sino la mejor película española de ficción estrenada durante el año pasado y una película absolutamente única en la filmografía de este país.

Hace casi un siglo, Ramón del Valle-Inclán nos explicaba por boca de Max Estrella, el invidente pero lúcido personaje protagonista de "Luces de bohemia" el significado de esperpento, según decía,"el sentido trágico de la vida española sólo puede ofrecerse con una estética sistemáticamente deformada". No sé si la película de Álex de la Iglesia representa el grado supremo en la constante mutación de la palabra o si el director vasco, debería inventar alguna otra para definir los excesos que nos está mostrando. Pero sin duda, la película, como mínimo, es un enorme esperpento.

Corre el año 1937 y la Guerra Civil se introduce en un espectáculo de circo de forma violenta. Tras unos primeros minutos de metraje espectaculares que se cierran con la construcción del Valle de los Caídos, la película avanza hasta el 1973. España aún vive bajo la dictadura del General Franco y las heridas siguen abiertas. Lo que sucederá a partir de entonces en la pantalla es difícil de definir. Ante nuestros ojos se atropellan imágenes violentas, brutales, muy barrocas, completamente demenciales, excesivas, anárquicas y que pecan de una absoluta incontinencia visual. En cualquier otra película, un estilo así hubiese resultado desesperante, pero Álex de la Iglesia nos habla de una sociedad (la española) totalmente enquistada en odios del pasado que se manifiestan en el presente y en los que de repente, el estilo visceral que muestra, aparece como el más inteligente y pertinaz para narrar con la intensidad que el relato requiere ideológicamente. Tras no bajar jamás el endiablado ritmo, un violento, sarcástico y en última instancia triste final, de nuevo en el Valle de los Caídos, compuesto por una larga secuencia cercana al cine de acción que tanto gusta a su director, termina por conseguir el efecto deseado y el abrumado espectador siente el violento estallido de vómito que el celuloide le escupe a la cara. Entonces, esa demencia excesiva y barroca se justifica porque Álex de la Iglesia usa las entrañas para mostrar la España que él ve, casposa, extremista, enfrentada, con personajes movidos por el odio que acaban convirtiéndose en auténticos freaks, en asesinos, en absolutos perdedores. Muy explícito es el personaje interpretado por Enrique Villén, que en el clímax final exculpa a los personajes y culpa a la España en que viven, una auténtica forjadora de odios y demencia.

Un payaso violento y dominador, agresivo y agresor, y un payaso triste (descendiente de otro payaso asesinado por los fascistas) agredido y humillado buscan, en realidad, el amor de la misma mujer, la bella trapecista del circo. Cada uno lo busca a su manera, uno con violencia, el otro con ternura. Pero ambos acabarán convertidos en lo mismo. En auténticos monstruos. Una brillante metáfora para una película que tiene su mérito en el exceso y que resulta innovadora, polémica, rupturista, sincera, visceral y por encima de todo lúcida. Un Álex de la Iglesia en estado puro, que por fin ha encontado la historia que encaja con su estilo y que nos ofrece su mejor película hasta la fecha y, me temo, que quizás la mejor que hará en su carrera. Cierto es que en su desarrollo caótico hay escenas que se alargan en exceso y momentos en que el espectador se siente un poco desamparado al no poderse amarrar a una lógica concreta, pero yo creo que el fin justifica los medios y en vista del resultado final, ¿a quién le importa?



4 comentarios:

  1. Felicidades por el blog! Sería para mi un honor que siguieras tambien el mio! :)
    un abrazo!

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  2. el fin justifica los medios suena muy fuerte no?
    no me aclaras mucho si merece la pena o no

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  3. Hombre, amigo Cotu, la frase "Balada triste de trompeta no es solo la mejor película de Álex de la Iglesia, sino la mejor película española de ficción estrenada durante el año pasado y una película absolutamente única en la filmografía de este país" que he escrito durante la crítica, creo que deja bastante clara mi opinión. Sí, yo creo que vale mucho la pena. Gracias por comentar.

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  4. Hola!. Muy de acuerdo con tu opinión sobre la película. Yo hago cometarios más entusiastas todavía. Para mí es la mejor película de Álex de la Iglesia y la que se merecería ganar el Goya este año.

    Estupendo blog del que me hago seguidor.

    Espero que nos leamos a menudo.

    Un cordial saludo.

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